diáfanos cristales de ocio
—apretada geometría,
aurífice del contorno—,
al reflector del poniente
opone, en profundo biombo.
Tiende el recuerdo sus algas
de opaca seda, en el pozo
del pensamiento, a las playas
atlántidas de su fondo,
y raya, al sesgo, el diamante
dormido, con ciegos ojos,
el futuro. (Tangencial
fuga. Arabesco de monstruo.)
Sobre combas desnudeces
de arena, mece el otoño
rubias estrellas de mar
a que el verde enfría el oro.
En madreperleras cuevas,
cifran acordes armonios
la espontaneidad difícil
de la marina en reposo.
Submarinas caracolas
caracolean sus coros,
y arpas de coral se cuajan
de medusas y sollozos.
¡Oh arco-iris abisal!
... Resbalando bajo un flojo
velo de cernidos verdes,
blanca luna nueva el rostro,
¡mi sirenita de tierras,
casta y desnuda en el hondo
playerío, trae un ramo
de risas a mi monólogo!
José María Quiroga Plá
Verso y Prosa: época 1, año 1927, Septiembre, número 9
Versión auditiva de la obra
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